Daños causados por ciervos y corzos

Los corzos también se encuentran en terrenos agrícolas porque este animal salvaje es un gourmet y selecciona las partes más nutritivas de la vegetación. Su comportamiento difiere según la época de celo o de caza. En primer lugar, está el roce: durante el celo, el corzo frota sus cuernos y glándulas yugales contra troncos, tallos o arbustos. En segundo lugar, el ladrido: con sus 32 dientes, el corzo ladra a los árboles jóvenes para quitarse el terciopelo o para reducir su tensión nerviosa. El tráfico y la caza también provocan estrés en el animal, lo que le lleva a frotarse y ladrar para marcar su territorio. Por último, el ramoneo, el acto más común, significa la eliminación y el consumo de los brotes jóvenes. Por otro lado, los corzos encuentran ciertas especies más apetecibles que otras. Por lo tanto, arranca las plantas atractivas que están a su alcance y algunos arbustos son completamente rozados. La fauna se alimenta y se refugia en el bosque, lo cual es normal. Para satisfacer sus necesidades de alimentación y reproducción, la caza provoca daños económicos y ecológicos muy molestos, lo que provoca un desequilibrio. La regulación por parte de los cazadores no es suficiente, por lo que el resultado es la superpoblación. El pastoreo implica el consumo de semillas, brotes, plantas leñosas y hojas. Los ciervos pueden arrancar y cortar los plantones. A menudo se elimina la corteza y el tallo queda relativamente desnudo. Los ciervos se sienten atraídos por los árboles de corteza fina, que son más fáciles de comer. Por desgracia, estos jóvenes arbustos suelen ser atacados y acaban muriendo. Este problema afecta a muchos oficios, en concreto a la industria maderera, a los agricultores y, sobre todo, a los silvicultores.